sábado, 4 de abril de 2015

FUTURE CRIMES... Y ABUSOS PRESENTES


Future Crimes es el título del libro que en los últimos tiempos no me canso de recomendar a todos aquellos de mis conocidos que pueden leer con fluidez en inglés. Y a los que no les sugiero que no se pierdan la edición española cuando llegue, si es que llega antes de que los crímenes futuros sean cosa ya de un lejano pasado... como a menudo ocurre en nuestro país, en la periferia de la civilización. Es un libro reciente, no hace ni dos meses desde su publicación. Su autor, Marc Goodman, trabaja con la Interpol y el FBI, y es el fundador del Future Crimes Institute (www.futurecrimes.com). Sabe de lo que habla. Escribe con inteligencia, no exenta de ciertas dosis de certero sarcasmo, una prosa eficiente y fluida. Pero si hay un adjetivo que no se puede omitir en la descripción del libro es “espeluznante”: léelo y no volverás a mirar nunca igual a tu tostadora (ni tu tostadora volverá a mirarte a ti) del mismo modo.

¿Por qué “espeluznante”? Porque Goodman pone en evidencia lo que hoy mismo, ahora mismo, pueden hacer con todos los innumerables datos que vertemos voluntariamente a  Internet (como este mismo artículo) toda una serie de actores —o mejor dicho, observadores tras el cortinaje— para servir a sus propios fines, ya sean comerciales, estatales, policiales, criminales, o de cualquier otra índole concebible. Todo rastro digital, cada página visitada, cada comentario realizado en un foro, cada aireado “me gusta” o “no me gusta”, cada compra realizada, cada e-mail enviado, etc. etc. etc. va creando una personalidad digital que le dice al negociante qué anunciarte, qué venderte; al Estado, qué tipo de ciudadano eres; a la policía, cuán peligroso has sido, eres o puedes llegar a ser; al criminal, cuáles son tus vulnerabilidades y qué tienes que pueda interesarle... Esos son los abusos presentes. Los crímenes futuros vienen con la extensión de Internet vía WiFi, Bluetooth, o lo que sea al dominio de los objetos físicos (IoT —Internet of Things) y al de la nanotecnología médica y biónica (IoY —Internet of You). Y es que la tecnología digital avanza exponencialmente más rápido que los protocolos de seguridad y no hay absolutamente nada que no sea hackeable.





Hoy puede leerse en el periódico la siguiente noticia: “Interior encarga un megacerebro capaz de localizar terroristas entre los pasajeros” (http://www.abc.es/espana/20150404/abci-megacerebro-localizar-terroristas-201504041137.html). Alguien en el gobierno debe de haber leído Future Crimes. O se lo habrán contado (no he sido yo), porque eso de leer los del gobierno... Lo de “megacerebro”, por supuesto, es algo entre la hipérbole y la metáfora del periodismo efectista. En realidad se trata de un algoritmo capaz de correlacionar tu DNI o pasaporte con todo tu rastro digital. Es el mismo tipo de algoritmo que provocó una pérdida de 1.200 millones de dólares hace un par de años en Wall Street porque un cibercomando del ejército sirio lanzó un twitter hablando de una explosión en la Casa Blanca y de que Obama estaba herido. El 70% de los movimientos en la bolsa americana están controlados por algoritmos robotizados que piensan y deciden en millonésimas de segundo: correlacionaron Casa Blanca — explosión — Obama — herido, verificaron la sintaxis y decidieron que era el momento de vender acciones masivamente. ¡Flash Crash!

El mismo tipo de algoritmo o “megacerebro” hizo que la policía americana detuviera a una chica inglesa a su llegada a Los Ángeles porque había anunciado en su página de Facebook que se iba a los EEUU a pasárselo en grande y, para describir que planeaba ir de fiesta en fiesta hasta reventar, se le ocurrió usar la expresión —común en inglés británico— de “voy a destruir América”. Toda su fiesta fueron 48 horas detenida en el calabozo del aeropuerto, tras las que América la envió de vuelta a casa para que destruyese todo lo que quisiera, pero en su nativa Albión.

¿Megacerebros...? Más bien arma definitiva contra la libertad de expresión. Eso confirma que, en última instancia, el Estado y los terroristas son el binomio perfecto para reducir la ciudadanía a un rebaño de castrati, de balidos tan agudos como inocuos.

Como recomendación final: quien prefiera la experiencia cinematográfica/televisiva a la lectura sacará una idea muy próxima de los abusos presentes y crímenes futuros descritos en la obra de Goodman recurriendo a la serie recién inaugurada de CSI: Cyber. Cada episodio parece extraído de uno de los casos del libro. 

Al que prefiera la ciencia-ficción a la ciencia-forense-ficción le propongo, sin embargo, la más veterana Persons of Interest con su célebre "the government has a secret system, a machine, that spies on you every hour of every day": la narrativa puede que sea extravagante, pero la cibervigilancia descrita en la serie ya no lo es.