Future Crimes es el título
del libro que en los últimos tiempos no me canso de recomendar a todos aquellos
de mis conocidos que pueden leer con fluidez en inglés. Y a los que no les
sugiero que no se pierdan la edición española cuando llegue, si es que llega
antes de que los crímenes futuros sean cosa ya de un lejano pasado... como a menudo ocurre en nuestro país, en la periferia de la civilización. Es
un libro reciente, no hace ni dos meses desde su publicación. Su autor, Marc
Goodman, trabaja con la Interpol y el FBI, y es el fundador del Future Crimes
Institute (www.futurecrimes.com).
Sabe de lo que habla. Escribe con inteligencia, no exenta de ciertas dosis de
certero sarcasmo, una prosa eficiente y fluida. Pero si hay un adjetivo que no
se puede omitir en la descripción del libro es “espeluznante”: léelo y no
volverás a mirar nunca igual a tu tostadora (ni tu tostadora volverá a mirarte a ti) del mismo modo.
¿Por qué “espeluznante”? Porque Goodman pone en evidencia lo que hoy mismo, ahora mismo, pueden hacer con todos los innumerables datos que vertemos voluntariamente a Internet (como este mismo artículo) toda una serie de actores —o mejor dicho, observadores tras el cortinaje— para servir a sus propios fines, ya sean comerciales, estatales, policiales, criminales, o de cualquier otra índole concebible. Todo rastro digital, cada página visitada, cada comentario realizado en un foro, cada aireado “me gusta” o “no me gusta”, cada compra realizada, cada e-mail enviado, etc. etc. etc. va creando una personalidad digital que le dice al negociante qué anunciarte, qué venderte; al Estado, qué tipo de ciudadano eres; a la policía, cuán peligroso has sido, eres o puedes llegar a ser; al criminal, cuáles son tus vulnerabilidades y qué tienes que pueda interesarle... Esos son los abusos presentes. Los crímenes futuros vienen con la extensión de Internet —vía WiFi, Bluetooth, o lo que sea— al dominio de los objetos físicos (IoT —Internet of Things) y al de la nanotecnología médica y biónica (IoY —Internet of You). Y es que la tecnología digital avanza exponencialmente más rápido que los protocolos de seguridad y no hay absolutamente nada que no sea hackeable.
¿Por qué “espeluznante”? Porque Goodman pone en evidencia lo que hoy mismo, ahora mismo, pueden hacer con todos los innumerables datos que vertemos voluntariamente a Internet (como este mismo artículo) toda una serie de actores —o mejor dicho, observadores tras el cortinaje— para servir a sus propios fines, ya sean comerciales, estatales, policiales, criminales, o de cualquier otra índole concebible. Todo rastro digital, cada página visitada, cada comentario realizado en un foro, cada aireado “me gusta” o “no me gusta”, cada compra realizada, cada e-mail enviado, etc. etc. etc. va creando una personalidad digital que le dice al negociante qué anunciarte, qué venderte; al Estado, qué tipo de ciudadano eres; a la policía, cuán peligroso has sido, eres o puedes llegar a ser; al criminal, cuáles son tus vulnerabilidades y qué tienes que pueda interesarle... Esos son los abusos presentes. Los crímenes futuros vienen con la extensión de Internet —vía WiFi, Bluetooth, o lo que sea— al dominio de los objetos físicos (IoT —Internet of Things) y al de la nanotecnología médica y biónica (IoY —Internet of You). Y es que la tecnología digital avanza exponencialmente más rápido que los protocolos de seguridad y no hay absolutamente nada que no sea hackeable.
Hoy puede leerse en el periódico la
siguiente noticia: “Interior encarga un megacerebro capaz de localizar
terroristas entre los pasajeros” (http://www.abc.es/espana/20150404/abci-megacerebro-localizar-terroristas-201504041137.html).
Alguien en el gobierno debe de haber leído Future Crimes. O se lo habrán
contado (no he sido yo), porque eso de leer los del gobierno... Lo de
“megacerebro”, por supuesto, es algo entre la hipérbole y la metáfora del
periodismo efectista. En realidad se trata de un algoritmo capaz de
correlacionar tu DNI o pasaporte con todo tu rastro digital. Es el mismo tipo
de algoritmo que provocó una pérdida de 1.200 millones de dólares hace un par
de años en Wall Street porque un cibercomando del ejército sirio lanzó un
twitter hablando de una explosión en la Casa Blanca y de que Obama estaba
herido. El 70% de los movimientos en la bolsa americana están controlados por
algoritmos robotizados que piensan y deciden en millonésimas de segundo:
correlacionaron Casa Blanca — explosión — Obama — herido, verificaron la
sintaxis y decidieron que era el momento de vender acciones masivamente. ¡Flash
Crash!
El mismo tipo de algoritmo o
“megacerebro” hizo que la policía americana detuviera a una chica inglesa a su
llegada a Los Ángeles porque había anunciado en su página de Facebook que se
iba a los EEUU a pasárselo en grande y, para describir que planeaba ir de
fiesta en fiesta hasta reventar, se le ocurrió usar la expresión —común en
inglés británico— de “voy a destruir América”. Toda su fiesta fueron 48 horas
detenida en el calabozo del aeropuerto, tras las que América la envió de vuelta
a casa para que destruyese todo lo que quisiera, pero en su nativa Albión.
¿Megacerebros...? Más bien arma definitiva
contra la libertad de expresión. Eso confirma que, en última instancia, el
Estado y los terroristas son el binomio perfecto para reducir la ciudadanía a
un rebaño de castrati, de balidos tan agudos como inocuos.
Como recomendación final: quien
prefiera la experiencia cinematográfica/televisiva a la lectura sacará una idea
muy próxima de los abusos presentes y crímenes futuros descritos en la obra de
Goodman recurriendo a la serie recién inaugurada de CSI: Cyber. Cada
episodio parece extraído de uno de los casos del libro.
Al que prefiera la ciencia-ficción a la ciencia-forense-ficción le propongo, sin embargo, la más veterana Persons of Interest con su célebre "the government has a secret system, a machine, that spies on you every hour of every day": la narrativa puede que sea extravagante, pero la cibervigilancia descrita en la serie ya no lo es.
Al que prefiera la ciencia-ficción a la ciencia-forense-ficción le propongo, sin embargo, la más veterana Persons of Interest con su célebre "the government has a secret system, a machine, that spies on you every hour of every day": la narrativa puede que sea extravagante, pero la cibervigilancia descrita en la serie ya no lo es.